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Creatividad para discriminar

El lenguaje es otro de los grandes campos para aplicar y desarrollar la creatividad.

No solo hablo de la literatura, poesía u otras formas de escrituras artísticas. En este caso quiero hablar de los giros lingüísticos y otras habilidades imaginativas muy desarrolladas en nuestro que hacer diario.

Hablo de los eufemismos, esas palabras o cadenas de palabras que sacan a relucir toda nuestra creatividad para decir algo que no queremos de una forma que pase muy desapercibida, o que llegue a ser justo lo opuesto de lo que hablamos. Un de los casos más sonados es: «cese temporal de la convivencia»

Pero hay más, y esta vez me voy a poner revindicativo y guerrillero a favor de los desfavorecidos. Hablo de la discriminación que hemos inventado para luchar contra las desigualdades. Hablar desde el primer mundo del tercer mundo.

He aquí mi reflexión:

Me resulta difícil de explicar y más complicado de entender, que estando en los países más avanzados y perteneciendo a la comunidad de personas que quieren ayudar a otras, seamos los primeros en discriminar a los que queremos ayudar. A ellos los infravaloramos, mientras nosotros mismos nos sobrevaloramos y nos ponemos por encima del resto como si tuviéramos la verdad absoluta. Somos el primer mundo y nos referimos a estos países que requieren nuestra ayuda como tercer mundo. Sin querer, estamos haciendo una lista, un ranking, donde como se ha dicho muchas veces, en toda lista hay un primero y luego todos los demás.

Y en esa lista nos clasificamos según lo que a nuestra forma de entender nos hace pensar que somos mejores o más buenos, porque vivimos en grandes ciudades, tenemos coches y/o motos, tenemos más dinero, más comodidades, nuevos servicios, tecnología punta, todos nos vestimos con la ropa de las mismas marcas, cuanto más tengamos más primer mundo nos consideramos. Por este motivo, las personas que habitan estos otros lugares del mundo los consideramos por debajo nuestro en el ranking porque ellos disfrutan de otro sistema de valores, viven en lugares en armonía con su entorno, no necesitan el dinero, disfrutan con lo que tienen, viven sin estrés, sus preocupaciones se reducen a las reales que afectan a su grupo más próximo, las pequeñas cosas les parecen las más grandes, mantienen una identidad propia basada en sus antepasados, saben que están mal pero se ayudan y se apoyan entre ellos, son felices con lo que tienen. Podrían ser más felices, por supuesto, y en eso es lo que tenemos que colaborar, sin embargo no debemos querer transformarlos en primer mundo. Nadie les ha preguntado si quieren ser como nosotros.

Con la distinción de primer mundo y tercer mundo, a mi forma de entender, se está dando una hipocresía porque aunque sea con el lenguaje, estamos creando una frontera que nos separa (el segundo mundo). Por eso yo, propongo crear una revolución en la terminología, ayudar desde el principio, romper las barreras y discriminación. Para el concepto de “primer mundo” a partir de ahora yo utilizaré “mundo capitalizado” y para el concepto “tercer mundo” yo hablaré de “mundo esperanza” o “países esperanza”.

Paso a desarrollarlo un poco el término “mundo capitalizado”, creo que es muy obvio y define perfectamente qué engloba, todas esas sociedades que sufren o disfrutan de un estilo de vida como la conocemos habitualmente, con sus pros y sus contras. Del que mucha gente piensa que es el mejor estilo de vida que se puede vivir.

El término “países esperanza” según mi criterio es para usarlo contra esos lugares donde existe una oportunidad de ayudar y mejorar la vida de otras personas, pero sin necesidad de tener que transformar esa zona del planeta en primer mundo. Ya lo hemos hecho con gran parte del hemisferio norte del planeta, quizás viéndolo de forma muy egoísta podríamos plantear el ayudar a crear otra forma diferente a la que ya conocemos. Sabemos que errores existen ya en nuestra sociedad. ¿Por qué debemos dejar que otros vuelvan a sufrirlos? Ayudemos a los que lo necesiten pero no solo dándoles autosuficiencia, sino la oportunidad de cambiar lo que ha salido mal. Y sobretodo, no seamos los primeros en distinguirnos con clasificaciones discriminatorias. Mundo capitalizado y mundo esperanza.

Centro nutricional Santa Luisa – Arquitectos Sin Fronteras